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Leyenda de la Virgen de la Salud: “Nana Yuthixe”

Cuando Don Vasco de Quiroga “Tata Vasco”, se asentó en esta ciudad, después de haber fundado los hospitales de Santa Fe de México y de Santa Fe de la Laguna; ordenó y dirigió las obras del Hospital de Santa Marta. Al terminarse el edificio, el Obispo quiso poner en ese sitio una imagen de la Virgen de la Ascención y encargó su elaboración a un lego franciscano y a un indio del Barrio Fuerte, experto en la fabricación de esculturas de pasta de caña de maíz, lográndose una preciosa talla que mereció la inmediata aprobación de Don Vasco, quien la mandó colocar en un nicho dentro del hospital.

Para el debido cuidado de la Virgen, Don Vasco la encomendó a algunas doncellas indígenas quienes fueron llamadas “guananchas”. Tiempo después, se fundó una cofradía, que se ocupaba de organizar cada sábado una procesión con la venerable imagen; está cada día ganaba más devotos, quienes le pedían por la salud de los enfermos. Sólo las guananchas tenían derecho a cargar la Virgen y de coronarla con flores o con guirnaldas entretejidas, la llamaron “Nana Yurhixe”, que es algo así como “Mamá Virgen”, como aún le llaman.

Cuando las doncellas crecían y se convertían en mujeres adultas, dejaban su puesto a nuevas generaciones de guananchas, quienes, con respeto, cariño y devoción, cuidaban de aquella reliquia. Al correr de los años, el culto a Nana Yurhixe se había extendido, sobre todo por su intervención para curar a los enfermos del Hospital de Santa Marta de Pátzcuaro, en el cual se originó su nombre actual de “Salud de los Enfermos”.

Tan extendido encontraba su culto en el siglo XVIII, que el sacerdote Menéndez Carreño decidió llevar la Santa Imagen al Templo de las Monjas (actualmente del Sagrario), donde modificó el cuerpo de la escultura, recortando la vestidura policromada para poder vestirla con ricos vestidos y al mismo tiempo cubrirla de joyas y colocarle una corona de plata. Además, cambió su adoración de la Ascención por la de la Concepción y a entregó al cuidado de las monjas de esa iglesia.

Con estas disposiciones, la cofradía fue disuelta y las guananchas recibieron la orden de regresar a sus comunidades. Con gran tristeza abandonaron el hospital, terminando así con una tradición de siglos y se dirigieron al lago para embarcarse, ya que la mayoría de ellas provenían de las islas o comunidades de la ribera, siendo acompañadas por el que había sido el carguero de la cofradía de “Nana Yurhixe”.Una vez iniciado su recorrido por el lago, comenzaron a rezar pidiendo a la Virgen que no las olvidara y que, si ya no la podían acompañar, ella estuviera siempre entre las doncellas indígenas.

Un rato después, las aguas comenzaron a picarse y grandes olas acompañadas de fuertes vientos amenazaban con hacer naufragar la canoa; las asustadas mujeres invocaron a su “Mamá Virgen” para que las librara de ese peligro, y de pronto cesó el movimiento de las vientos y del agua; un rato después, notaron que la embarcación se encontraba rodeada de peces blancos, que abundaban en el Lago de Pátzcuaro, y sobre la cabeza de aquellos peces una imagen que bien conocían; la imagen de “Nana Yurhixe”, que había quedado grabada en la cabeza de todos los peces, para acompañarlas todos los días y todos los años.

Hoy muchos años después de que las guananchas volvieran a sus hogares, la Virgen de la Salud no las ha olvidado y le imprime su imagen a cada pescado blanco que sacan del lago; ellas, por su parte, tampoco la han olvidado y cada día ocho de diciembre escuchan una misa en su idioma, en p’urhépecha, frente al altar mayor de la casa donde vive ahora su madre: la Basílica.

Fuente: Antología de Nuestra Señora de la Salud de Pátzcuaro, Mich., Autor: Enrique Soto González.

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