Pueblo prehispánico, cuya fundación es atribuida a Curateme, a partir de la unificación del imperio tarasco en 1440. Funcionaba como puerto de guarnición militar, a fin de controlar el poniente del Lago de Pátzcuaro, que comunicaba con la sierra. Fue uno de los asentamientos más importantes después de Tzintzuntzan. Erongarícuaro, significa “lugar de Atalaya”.
Eronga, como muchos lo llaman, tiene una agradable plaza con portales y puestos de comida sabrosa. Le sigue el Templo y Ex Convento de Nuestra Señora de la Asunción, construido por los franciscanos. Luce una portada de estilo plateresco, donde el arco de entrada está enmarcado por un alfiz decorado
con cinco grandes conchas. Arriba, una ventana coral de doble arco ostenta una concha aún más grande y otros delicados relieves. Del lado derecho, el Portal de Peregrinos conserva su antigua capilla abierta que muestra un trabajo escultórico de primer nivel.
Apacible, bonito y relativamente conservado, Eronga ha atraído desde el siglo pasado a visitantes distinguidos. Se dice que era uno de los escapes preferidos del general Lázaro Cárdenas. Y numerosos
artistas a mediados del siglo XX lo tomaron como refugio temporal. Uno de ellos fue el francés André Bretón, padre del surrealismo, quien, según cuentan, diseñó la cruz atrial del Templo de la Asunción.
También es un poblado artesanal. En Portal Morelos 19, frente a la plaza, puede visitar la casa de doña Celia Avilés Torres, quien desde hace 60 años elabora finos deshilados: rebozos, manteles, blusas, faldas, otras piezas y prendas.
Hace también bordados de distintos tipos y encabeza talleres donde se aprenden estas labores. Doña Celia está casi todos los días en su casa, pero recomiendan llamar antes para agendar la visita