Una de las comunidades que conserva la celebración como la inculcaron los evangelizadores españoles a los antiguos habitantes de Michoacán es Tzintzuntzan, donde se edificó la primera capilla cristiana por orden de los frailes franciscanos que arribaron a estas tierras en 1525.
El Miércoles Santo en Tzintzuntzan salen los “espías”: grupos de encapuchados ataviados con un atuendo rojo y blanco, que mientras anuncian su presencia con un característico silbato, buscan al Nazareno por todas las calles del pueblo para apresarlo.
Su recorrido concluye al día siguiente, al visitar las casas donde se encuentran los antiguos Cristos de los Barrios, para invitar a sus moradores a participar en la procesión del Viernes Santo.
Un evento similar se realiza en el pueblo de Patamban, en el municipio de Tangancícuaro, donde salen “los fariseos”, personajes disfrazados con gabanes y látigos en busca de Cristo.
En Tarímbaro, igual que en algunas otras poblaciones, el Martes Santo se escenifica la última Cena y el Miércoles a la misma hora se representa el Prendimiento de Jesús.
En Charo se realiza la tradicional Oración del Silencio, en Los Reyes inician los oficios de Semana Santa y en Huandacareo las escenificaciones aluden al Perdón de la Magdalena, la Sentencia y la Condena de Jesús.
Aunque en diferentes días de la Semana Santa, Tlalpujahua y Pátzcuaro son las únicas dos poblaciones de Michoacán en donde se llevan a cabo procesiones de Cristos. En Pátzcuaro se realiza el viernes santo y en Tlalpujahua el miércoles.
Se cuenta en Tlalpujahua que fue tal la fe de los evangelizadores en Cristo que imágenes crucificadas fueron encontradas flotando en ríos, en troncos de árboles, o en barrancas, como el Señor de Chalma, la imagen más venerada en la Nueva España desde el siglo XVI.
Los hallazgos se propiciaban la conversión de los indígenas, así como su veneración y las procesiones.
Con ese antecedente, en la región de minas de Tlalpujahua se instituyeron diversas procesiones desde el arribo de los evangelizadores, con objeto de calmar epidemias, implorar el buen tiempo u otros motivos de beneficio colectivo.
En 1730 el Juez Eclesiástico Dr. Don Felipe Neri Valleza visitó las comunidades de la región, donde recogió la tradición oral certificándola con testimonio de personas de prestigio y credibilidad en su decir.
De esta manera se recopilaron en libros algunas crónicas de pueblos y aparecieron los primeros cargueros y mayordomos, que luego se convirtieron en cofradías para festejar o rendir culto a las imágenes, como fueron los casos de los Cristos y la Virgen Dolorosa durante los miércoles de cada Semana Santa.
Actualmente esta muestra de devoción se acompaña de banda de música, himnos sacros, flores, rezos y cohetes en la que cada comunidad trata de superar a las otras